Cada individuo deja registrado al escribir, su modo peculiar de expresión psicosomática, y los microgestos que conforman su personalidad.
Honrot describió las leyes de la emocionalidad en la escritura, hallando el paralelo entre el “lapsus cálami” y el conocido “lapsus lenguae” de Freud, logró demostrar que el acto fallido escritural integraba, junto a los actos fallidos en la conversación, un todo psicofísico. Quedaban sentadas así las bases de la Grafología Emocional , que el autor definiera como el estudio de los accidentes gráficos escriturales o erratas (lapsus cálami) debidos a alteraciones emocionales circunstanciales o dominantes del sujeto.
En palabras de Honrot, la escritura “es la representación simbólica, la expresión involuntaria e inconsciente más genuina de nuestra verdadera personalidad, pues nos permite siempre captar lo imponderable para el inexperto, la relación peculiar entre el proceso grafo genético y el grado de evolución de nuestro aparato psíquico”
Los lapsus cálami se producen por la superposición de dos ideas, la que habíamos elaborado que actúa casi inconscientemente y aquella que viene a ocupar el centro de la conciencia. Toda falla de esta índole indica la dificultad de adaptarse a las circunstancias del momento, y puede representar en términos generales un anhelo, un deseo enfrentado a un temor, es decir un estado de ambivalencia aguda, mostrando así la presencia y acción de complejos y reacciones emocionales vinculadas al significado de aquello que está escribiendo.
Cualquier choque emotivo de procedencia interna o externa revela la existencia de un conflicto entre la intención consciente y el deseo inconsciente. Estos choques emotivos los reflejamos sobre el papel en anomalías gráficas, que el autor denominó palabras reflejas (aspectos relacionados con el tamaño, forma, temblores, raspones, tachaduras retoques, etc.)
Este estudio no sólo permite aquilatar la personalidad perenne del individuo sino su estado de ánimo ante diferentes circunstancias de su vida.
Honroth deduce de la idea, según la cual “titubea la mente, titubea la mano”, que “cualquier choque emotivo altera la modulación de la letra, la arquitectura gráfica”.
Margarita Moreno
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